Mudar
Dejó de hablar a los 17 años, cuando entendió que las palabras perdían su intensidad a base de decirlas. Pocos vocablos resistían la erosión de la rutina. El primer “te quiero” medio susurrado, medio contenido, con el tiempo se convertía en una palabra casi vacía.
Dejó
de hablar pero con el tiempo se olvidó. Y un día se sorprendió respondiendo un frívolo
“yo también”.
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